La jota aragonesa, presente de forma significativa en la producción de Manuel de Falla, no ha sido aún objeto de un estudio integral. Este trabajo examina el origen, las influencias y la evolución de un género que alcanzó notable éxito a ambos lados del Atlántico durante el siglo XIX, y al que Falla contribuyó desde una perspectiva folclórica, pero también con una proyección universalista, más allá de la visión regionalista o de las dicotomías ideológicas de su tiempo. En su tratamiento de la jota confluyen influencias previas al magisterio de Pedrell —como el romanticismo, la cultura francesa, el andalucismo de raíz arábiga y la recuperación de cancioneros decimonónicos, en especial el de Inzenga, con una jota de origen en Florencio Lahoz— y una evolución hacia formas modernistas, que se evidencia desde La vida breve hasta El sombrero de tres picos, pasando por las Quatre pièces espagnoles y las Siete canciones populares españolas. La proyección internacional de la jota, ya extendida por América en la segunda mitad del siglo XIX gracias al círculo de Pauline Viardot-García, permite entenderla como una forma musical cosmopolita en la que Falla reconoció tanto el legado español como su resonancia global.